Desarrollo sostenible: reto de seres evolucionados
El origen de todo lo conocido es la ENERGÍA, es el impulso que dio origen a la vida y que ha determinado su evolución. El universo es una transformación de la energía vital por lo que en consecuencia, nosotros también somos energía igual que nuestras enfermedades o felicidades pues estas se constituyen en variaciones en las circunstancias energéticas de nuestro cuerpo.
La energía permite el funcionamiento de todo: las estrellas brillan por la que contienen, la tierra se alimenta de la que emana aunada a la que recibe del sol, una abeja se mueve porque transforma la suya en trabajo muscular y nosotros procesamos la información porque nuestras neuronas pueden producirla y además, tiene la propiedad de prevalecer ante las circunstancias pues no puede crearse o destruirse, sólo transformarse.
No se sabe dónde, cuándo o cómo surgió la energía que nos gobierna, pero los científicos exponen que alguna vez toda la energía se concentro en un punto infinitamente denso, energético y ordenado, y que, cuando le fue incontenible tal energía, se proyectó en un estallido colosal configurando con esa liberación explosiva la FUERZA gravitatoria, la electromagnética y la nuclear que nos rigen y que intentamos entender.
La energía en consecuencia se convirtió en MATERIA, proporcionándonos el planeta que habitamos el cual, como entidad completa y ordenada, interactúa con el espacio exterior siendo capaz de regularse a si mismo y de distribuir sus principales fuentes de energía por toda su extensión mediante nubes, gases, vientos, lluvias o mareas. Es decir, la posibilidad de existencia que hoy tenemos depende del clima que se genera con las diversas manifestaciones de la energía.
El concepto de la VIDA puede definirse de múltiples maneras, pero en el plano de lo estrictamente físico, se entiende a partir de los atributos fundamentales que diferencian la materia viva de la inerte. El orden, la información, la cognición y el movimiento se constituyen como los cuatro atributos vitales; la primera delimita nuestra estructura, la segunda nos permite la interactuación sistémica, con la tercera introducimos modificaciones al entorno y con la cuarta estamos en capacidad de trascender nuestras circunstancias.
Ubicados en la escala de la vida, los grandes simios con quienes compartimos linaje filogenético, entran como consecuencia del lento desarrollo del modelo de vida de sangre fría a caliente de los mamíferos, que fue precedido por la extinción de grandes reptiles, lo cual fue antecedido por los primeros organismos pluricelulares con un sistema nervioso, lo que además fue llevado a cabo después de que microorganismos aprendieran a usar el oxígeno para acumular energía y no perecer.
Somos, como especie, la suma de infinitésimas transformaciones energéticas y lo que además nos caracteriza como HUMANOS, ese órgano especializado grande y complejo llamado cerebro, requiere un mayor consumo de energía que el necesario por muchos de nuestros compañeros de estancia terrenal y además, tiene una actividad metabólica varias veces mayor de lo esperado para un simio con el mismo peso corporal lo cual es en suma, consecuencia de la adaptación a nuestro entorno.
Con el cerebro mayormente desarrollado y la capacidad para el procesamiento propio de la energía de nuestro cuerpo se dio el impulso de la EVOLUCIÓN; aprovechamos el fuego y domesticamos a animales y con ello aumentamos nuestras reservas energéticas, lo que permitió mayor reproducción y mejor defensa, con lo que el resultado fue un avance hacia la cultura, entendida esta como el conjunto de conocimientos adquiridos por habilidades intelectuales.
Estamos entonces en la cima de una cadena evolutiva por supuesto, y hemos llegado a ello, después de que cada indefinida parte de nuestro ser y cada inmensurable elemento de nuestra historia aprendiera a usar la energía que nos modela como parte de un entorno que facilitó la vida tal como la conocemos. El ciclo Energía Fuerza Materia Vida Humano Evolución nos permite reconocernos dentro de esa cadena e influir en ella y lo estamos haciendo con acciones u omisiones que le dañan irreversiblemente.
Somos parte de un todo al que estamos acabando y de ahí la importancia de comportamos como los seres evolucionados que somos y continuar configurando un entorno favorable que nos permita continuar transformado la energía que nos fue dada en un NUEVO ORDEN del que podamos seguir siendo un sujeto transformador y no perecer. A esa capacidad algunos lo llamarían: desarrollo sostenible.
Fuentes de información:
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- Jose Enrique Campillo Alvarez, “Homo climaticus: El clima nos hizo humanos”. Editorial Critica, España 2018.
- Yuval Noah Harari, “Sapiens: De animales a dioses”. Editorial Debate, España 2018